¡A tocar las narices al Rey, para que abandone su situación de confort y asuma las funciones que le otorga la Constitución y haga frente a quienes pretenden destruir España!

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PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN

Empecemos con un poco de humor que en estos momentos tan terribles que sufre nuestra nación, no viene mal. He aquí un cuento de Gianni Rodari (Cuentos por teléfono):

«A tocar la nariz del rey»

Una vez, Juanito Pierdedía decidió ir a Roma para tocarle la nariz al rey. Sus amigos se lo desaconsejaban, diciendo:

  —Mira que es algo peligroso. Si el rey se enfada, vas a perder tu nariz con toda la cabeza. 

Pero Juanito era tozudo. Mientras preparaba la maleta, para entrenarse un poco fue a visitar al cura, al alcalde y al mariscal, y les tocó la nariz con tanta prudencia y habilidad que ni si quiera se enteraron.

  «No es demasiado difícil», pensó Juanito.

  Al llegar a la ciudad vecina preguntó dónde vivían el gobernador, el presidente y el juez, y fue a visitar a tan ilustres personalidades, tocándoles también a ellos la nariz, con un de do o dos.

Los personajes se quedaban un poco asombrados por­ que Juanito parecía ser una persona educada y sabía hablar de casi todos los temas.

El presidente se enfadó un poquitín, y exclamó: 

—Pero ¿es que quiere tomarme el pelo?

  —¡Por favor —dijo Juanito—, tenía usted una mosca en la nariz! 

El presidente miró a su alrededor y no vio ni moscas ni mosquitos, pero mientras, Juanito hizo una reverencia y se marchó, sin olvidarse de cerrar la puerta. 

Juanito tenía un bloc donde anotaba el número de narices que lograba tocar. Todas eran narices importantes. 

Al llegar a Roma, sin embargo, la cuenta de narices aumentó tan rápidamente que Juanito se tuvo que comprar una libre­ta más grande. Bastaba con caminar un poquito y se tenía la seguridad de encontrarse con un par de excelencias, algún viceministro y una decena de grandes secretarios.   No vale la pena hablar de los presidentes: había más presidentes que mendigos.

Todas aquellas narices de lujo estaban al alcance de la mano. Además, sus propietarios consideraban el toquecito de Juanito Pierdedía como un homenaje a su autoridad, y alguno llegó incluso a sugerir a sus subordinados que hicieran otro tanto, diciendo:

   —Desde hoy en adelante, en lugar de hacer una reverencia, podrían tocarme la nariz. Es una costumbre más moderna y más refinada. 

Al principio los subordinados no osaban alargar la mano hasta la nariz de sus superiores. Éstos, no obstante, los animaban a hacerlo con unas sonrisas así de grandes, y entonces, venga tocaditas, frotaditas, golpecitos: las eminentes narices se volvían brillantes y rojas de satisfacción.

Juanito no había olvidado el objetivo principal de su viaje, que era el de tocar la nariz del rey, y sólo aguardaba la ocasión propicia para hacerlo.

Ésta se presentó durante un desfile. Juanito observó que de vez en cuando alguno de los presentes surgía de entre la muchedumbre, saltaba a la carroza real y entregaba un sobre al rey —seguramente alguna petición—, quien a su vez lo entregaba sonriendo a su primer ministro.   Cuando la carroza estuvo lo bastante cerca, Juanito subió a ella y, mientras el rey le dirigía una amable sonrisa, le dijo:

  —Con permiso —alargó el brazo y frotó con la punta de su dedo índice la punta de la nariz de Su Majestad. 

El rey se tocó la nariz estupefacto y abrió la boca para decir algo, pero Juanito, dando un salto hacia atrás, ya había desa­parecido entre la muchedumbre.

Estalló un gran aplauso e inmediatamente otros ciudadanos se apresuraron entusiasmados a seguir el ejemplo de Juanito: subían a la carroza, agarraban al rey por la nariz y le daban una buena sacudidita.

  —Es una nueva señal de respeto, Majestad —murmuraba sonriendo el primer ministro al oído del rey. 

Pero el rey no tenía ganas de reírse: la nariz le dolía y em­pezaba a gotearle, y ni siquiera tenía tiempo de sonarse, por­que sus fieles súbditos no le daban tregua y seguían agarrándolo alegremente por la nariz. Juanito regresó a su pueblo muy satisfecho.

Al parecer, el próximo domingo, 10 de septiembre los españoles decentes, los buenos españoles se han «autoconvocado» en las puertas de los Ayuntamientos de toda España, a las 12 de la mañana, para manifestar su rechazo a que Pedro Sánchez y sus secuaces (socialistas, etarras, comunistas y separatistas) vuelvan a gobernar en España. Según noticias que corren como la pólvora por las redes sociales, se trata de hacerle saber a quien corresponda, que los patriotas españoles se oponen a los preparativos que está haciendo Pedro Sánchez para amnistiar a los golpistas, delincuentes que pretendieron romper España en 2017; y que hay que impedirlo por todos los medios a nuestro alcance pues, si se produjera tal amnistía sería el principio del fin del régimen constitucional que se puso en marcha en 1978, que aunque sea susceptible de mejora ha supuesto un largo periodo de prosperidad y muchas más cuestiones para los españoles, durante el último medio siglo.

Mientras todo esto sucede, el PP que preside un tal Núñez Feijoo se hace el Don Tancredo al mismo tiempo que pretende pactar no se sabe bien que con el PSOE de Sánchez, cuando éste no para de repetir una y otra vez que él es aliado de quienes pretenden destruir España y viceversa. Algo así como el bombero que pretende llegar a un acuerdo amistoso con los pirómanos. Respecto de VOX, poco más cabe decir que «está desaparecido».

Ante tal situación, en la que, para empezar los enemigos de España no tienen oposición, ¿Qué cabe hacer por parte del Rey de España, Don Felipe VI?

¿Qué debe hacer el Rey?

Es evidente que, tras el previsible rechazo del Congreso de los Diputados de España a que Alberto Núñez Feijoo a presidir el Gobierno de España, si el Rey de España tuviera la ocurrencia de proponer que Sánchez sea investido, Su Majestad se estaría haciendo el harakiri, momento que aprovecharía el capo de la banda para clavarle la puntilla… Es, también, obvio que Pedro Sánchez es capaz de cualquier cosa con tal de conservar o hacerse con el poder, lo mismo que los separatistas le han obligado a poner en marcha una amnistía, mañana le pedirán que organice un referéndum de autodeterminación, y posteriormente uno sobre la forma de estado; los enemigos de España son como un pozo sin fondo… Y, no se olvide que Pedro Sánchez (que no improvisa en la mayoría de las ocasiones) ya asaltó las más altas instituciones para que sus amigos del Tribunal Constitucional le allanen el camino y lo dejen libre de cualquier obstáculo para conseguir sus metas, sean cuales sean…

Si nuestro Rey se achanta y se deja colar la amnistía y demás proyectos de los separatistas, comunistas, etarras y socialistas, la monarquía parlamentaria entrará en agonía, lo que está por ver es si ésta será corta o muy prolongada, para sufrimiento de Don Felipe y de los españoles. Por supuesto, nadie dude de que, si esto ocurriera, también se llevarían por delante la Unidad de España.

Pues sí, hay que tocarle las narices al Rey, sacarlo de la situación de confort, o de pasmo, en la que está instalado y recordarle que es el Jefe del Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas Españolas, el máximo garante de la Constitución y que no puede aceptar que un delincuente que ha intentado destruir la Unidad de la Patria sea de quien dependa la silla del presidente del gobierno de España.

Como vengo repitiendo un día tras otro, desde las elecciones generales del 23 de julio, la Constitución Española de 1978 no obliga al Rey de España a optar ni por Sánchez ni por Feijoo a la hora de proponer a un candidato a presidente del Gobierno para que el Congreso de los Diputados le otorgue su confianza.

Don Felipe VI tiene la potestad exclusiva de proponer a quien considere más idóneo, sea o no diputado y/o miembro de algún partido, él es el único que tiene tal potestad. Evidentemente, para que así sucediera, para que propusiera a una persona decente, experimentada, con probada experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos, tendría que mover su voluntad y ejercer de Rey, asumir las funciones ejecutivas que le otorga la Constitución.

¿Existe la posibilidad de que Sánchez y sus secuaces pongan en marcha otra de sus «alertas antifascistas» y organicen una campaña atroz, de acoso y derribo como con Luis Rubiales?

¿Existe la posibilidad de que Sánchez y sus compinches acusen a Don Felipe de no respetar la voluntad, el mandado del pueblo español y añadan que está tomando partido por la derecha, y que se está alineando con la represión, y lindezas por el estilo?

¿Existe el riesgo de que los socialistas, separatistas, etarras y comunistas convoquen a sus seguidores a tomar las calles de España, a montar bulla, algarabía, a vocear a los transeúntes, a bloquear las calles, a destruir mobiliario urbano, a emprender acciones de guerrilla urbana y un largo etc.?

Evidentemente, el Reino de España cuenta con resortes suficientes para que las diversas policías y las fuerzas armadas y el poder judicial hagan cumplir la ley y no se ceda al chantaje de los enemigos de España, a quienes pretenden destruir nuestra nación… A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Así pues, ¿qué debe hacer el Rey?

Que ningún buen español, ningún español decente lo dude, Pedro Sánchez y sus secuaces tiene como objetivo destruir España, destruir el Régimen Constitucional, acabar con la Monarquía Parlamentaria, y no anda con disimulos, no se anda con recato, habla claro y sin circunloquios de cuál es su propósito. Vienen tiempos difíciles. Es por ello que, el próximo domingo, 10 de septiembre, además de manifestar enfado contra Pedro Sánchez y hacerles saber que no se está de acuerdo con la pretendida amnistía, hay que tocarle las narices al Rey de España, para que deje de tocárselas a sí mismo y mueva el culo…

Dicho esto, Majestad con el mayor de los respetos y sin ánimo de ofender.

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